Como Iglesia siempre en camino, necesitamos entender la fe no como una realidad metafísica, conceptual, informativa y doctrinaria, sino como algo vivo, como un itinerario que hemos de recorrer desde la Palabra, pero rehaciendo el camino de Jesús de manera nueva y creativa, porque se trata de nuestra vida de seguimiento hoy, aquí y ahora.
Ahora bien, ese compromiso nos lleva de manera incuestionable a encontrarnos con el desafío de la misión. Porque no se trata de encarnar una fe individualista, indocumentada y anárquica. Nada de eso. La misión de la Iglesia es deudora de la misión de Jesús de Nazaret: «… Como me envió el Padre, así también yo os envío» (Jn.20:21).
La respuesta de Santiago a este desafío subraya la necesidad de experimentar una fe personal y comunitaria tan viva, pública y comprometida que lleve a través de hechos concretos al cumplimiento de la misión. Porque la palabra moviliza, pero el ejemplo arrasa.
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