En sus 62 años de vida frenética y feliz, Chesterton escribió unos cuatro mil ensayos, alrededor de doscientos cuentos, cinco novelas, infinidad de artículos periodísticos, algunas obras de teatro y crónicas de viajes, centenares de poemas, un libro sobre la literatura de la época victoriana y otro sobre la historia de Inglaterra. Le gustaba también escribir biografías de personajes notables y emprendió la colosal empresa de convertir en literatura las vidas de Francisco de Asís, Tomás de Aquino, Robert Browning, William Blake, Geoffrey Chaucer, Charles Dickens o Robert Louis Stevenson. La infatigable pluma de Chesterton derramó alrededor de cien libros llenos de una vitalidad que siguen desencajando a creyentes e incrédulos, a lectores fieles y visitantes desprevenidos por igual.
1908 fue un año inquieto para Chesterton, que tenía ya treinta y cuatro años. En ese año de creatividad desbordante, publicó Ortodoxia, probablemente su escrito teológico más importante. Aunque aún le quedaban veintiocho años de vida y un sinfín de libros por escribir, su filosofía late ya con toda claridad en Ortodoxia, un texto clásico de la apologética y la espiritualidad cristiana, el relato de su insólito viaje del escepticismo a la fe. El dramaturgo Francisco Nieva dijo que este es el libro más optimista del siglo XX. El periodista y teólogo Philip Yancey confesó que, si además de la Biblia pudiera llevarse un libro a una isla desierta, llevaría sin dudas este.
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