La explicación última del curso de la historia de la humanidad es que, al fin y al cabo, no es más que el escenario donde tiene lugar un intenso conflicto entre Dios y las fuerzas del cielo, por una parte, y el diablo y las fuerzas del mal y del infierno por otra.
El autor nos recuerda que el diablo actúa no sólo sobre los individuos, sino también sobre las naciones, y le atribuye a la obra destructiva de Satanás la confusión y el caos de la sociedad en que vivimos. También afirma que en una época en que vuelve a surgir la fascinación por la astrología, lo oculto, el espiritismo y las ‘doctrinas de demonios’, la ignorancia de estas cosas nos llevará irremediablemente a ser derrotados por ellas.
Al mismo tiempo, nos recuerda que Dios tiene la victoria final puesto que ha fijado un día en que el diablo y sus fuerzas serán aplastados y el Señor Jesucristo, el Rey de justicia, reinará sobre todo.
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