Cada ser humano en la tierra necesita la salvación, no sólo de la ira venidera, sino también de la teología endeble que se ha permeado en las comunidades cristianas.
Eso puede sonar un poco extremo, pero en esencia es verdad. La buena noticia ha sido degradada a la posición de un sermón de domingo de Pascua y un llamado al altar, mientras que el pecado y el desánimo causan estragos en el funcionamiento interno de aquellos que se sientan en las bancas de iglesia.
Si le preguntaras a muchos cristianos qué es el evangelio, las respuestas cantarían una canción acerca de la vida, la muerte, la sepultura, y la resurrección de Cristo. La precisión de esas respuestas podría hacerte asumir que existe una aplicación, hasta que planteas otra pregunta, tal como: “¿Cómo aplicas el evangelio a tu vida cotidiana?”
Las miradas en blanco y las palabras vacilantes te pueden revelar la desconexión que muchos cristianos tienen entre el evangelio y su poder, no sólo para salvar nuestras almas, sino también para cambiar nuestras vidas. Yo creo que lo que tienes en tus manos puede ser el catalizador para ese cambio.
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