Heraldo a los nativos americanos, muchos consideran al joven y apasionado David Brainerd como uno de los misioneros más importantes e influyentes de la historia del cristianismo. Esta influencia es debida a que este diario personal, editado y publicado por Jonathan Edwards, fue uno de los catalizadores del movimiento misionero moderno.
David Brainerd ha pasado a ser un pilar fundamental en la historia de la Iglesia, no por su osadía, su elocuencia, su eficacia como misionero, sus métodos evangelísticos, su salud física, su contextualización a su campo misionero, la longevidad de su carrera, ni incluso por sus frutos.
De hecho, se podría afirmar que no sobresalió demasiado en ninguna de estas virtudes; no introdujo ninguna práctica revolucionaria a los métodos misioneros de su época, no llegó a aprender el idioma de los nativos americanos, a lo largo de su vida tuvo que batallar con depresiones muy profundas y con varios tipos de enfermedades, su carrera misionera acabó repentinamente tras menos de cuatro años en el campo, y aunque llegó a ver fruto, sus números no fueron muy distintos a los de sus compañeros o predecesores.
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