El cónyuge incrédulo
El poder de un testimonio silencioso
¨Es muy difícil estar casada con un esposo no creyente. Soy muy infeliz. Sé que Dios me perdonará si me divorcio. ¿No quiere Dios mi felicidad? ¿No sería mejor para mí tener un matrimonio cristiano donde pudiera servirle mejor?”. Muchas mujeres argumentan un divorcio con esas palabras.
Aunque la situación que ellas viven no es fácil, es importante que ellas entiendan que su felicidad no debe depender de su esposo, sino de su relación personal con Jesucristo. Es importante entender que su “felicidad” no es la meta de Dios; Su meta está en formarla a la imagen de Jesús. Su servicio a Dios no es cuestión de emociones, sino de voluntad y no está limitado a las circunstancias, sino que se perfecciona por medio de su compromiso de serle fiel.
Dios no aprueba el divorcio. Romanos 6:1-2 dice:“¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera”.
Familias de un solo padre
Al éxito con Dios como líder
“Soy padre solo y me gustaría tener más tiempo para criar a mi hijo en vez de dejarlo con otros. ¿Debo cambiar de trabajo para pasar más tiempo con él? ¿Qué debo hacer?”. Cuando alguien me hace ese tipo de preguntas, les digo que su principal llamamiento en la vida es criar a su hijo.
Para ser el padre que Dios quiere, usted debe participar en las distintas etapas de la vida de su hijo. Dios honrará su decisión de dejar de ganar algo de dinero para dar más tiempo a su hijo. Revise los anuncios del periódico, diríjase a una agencia de empleos y comparta con otros su deseo de trabajar en casa o en un empleo de medio tiempo. Acepte lo que Dios mande a su vida.
Él hablará a su corazón indicándole qué empleo aceptar, y usted experimentará la provisión divina. “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”. (Filipenses 4:19).
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