¿Te has preguntado alguna vez si tienes demasiados tropiezos para que Dios utilice a alguien como tú? Si te puede beneficiar una historia de la gracia y la devoción incesante, indoblegable e inquebrantable de Dios, entonces la historia de Jacob es justo lo que necesitas.
Dios nunca se da por vencido contigo es para los luchadores entre nosotros y para los ineptos que llevamos dentro. Para los que somos en parte santos y en parte sinvergüenzas. Tenemos buenas intenciones, pero ¿lo hacemos bien? Bueno, no siempre. Tenemos avances, sin duda, pero también fracasos, a menudo en la misma hora. No necesitamos que nos los recuerden. No los hemos olvidado. Sin embargo, podríamos usar un curso de actualización sobre el plan perfecto de Dios para utilizar a personas imperfectas.
Y nadie es más adecuado para la tarea que Jacob, el patriarca que se portó mal. Era menos un prodigio y más un pródigo. Fuerte en inteligencia. Con poca conciencia. Dios utilizó a Jacob porque eligió utilizar a Jacob. Y punto. ¿La palabra para tal devoción? Gracia. La gracia vino tras Jacob. La gracia lo encontró en el desierto. La gracia lo protegió en el exilio. La gracia le hizo caer al suelo y le bendijo. La gracia lo llevó a su casa en Canaán. La historia de Jacob nos invita a creer en un Dios que se queda con los indignos y los que no alcanzan el éxito hasta que estamos a salvo en casa.
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