El equipaje de la vida
¿Le conocen por las maletas que se echa a cuestas?
Probablemente lo hizo esta mañana. En algún punto entre su primer paso y el último para cruzar el umbral, usted tomó equipaje. Fue hasta el dispensador de maletas y cargó unos cuantos bolsos. pero este dispensador no es la correa transportadora del aeropuerto. Es la de la mente. Y las valijas que tomamos no son de cuero, sino de cargas.
La maleta de la culpa. El baúl del descontento. La mochila de la ansiedad y un bolso de tristezas colgado de hombro. Añádese un maletín de perfeccionismo, el saco de la soledad y la bolsa de lona del temor. No es raro que estemos tan cansados al final del día. ¿Hacia dónde podemos volvernos en busca de la ayuda? ¿Qué le parece si consultamos a un viejo amigo, el Salmo Veintitrés?
Con los versos del Salmo 23 como guía, Max Lucado conduce a lo largo de un útil inventario de nuestras cargas. Que Dios use este Salmo para recordarle que deje las cargas que nunca debió llevar.
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